martes, 7 de agosto de 2012

Casa de verano con piscina

¡Cómo he disfrutado con esta novela! Como a mí me gusta: que entretenga y al mismo tiempo haga pensar. La recomiendo, sin duda.
Marc Schlosser es médico de familia en Amsterdam. Dedica mucho tiempo a sus pacientes, aunque no atención. Le sobra con cinco de los veinte minutos. Pero a ellos les hace sentirse escuchados. En el fondo, Schlosser es un misántropo. Entre sus pacientes está el famoso actor Ralph Meier, que le invita a pasar las vacaciones en un chalet con piscina de la costa mediterránea. Schlosser no acepta invitaciones de sus pacientes, pero hace una excepción por Judith, la mujer de Meier. Irán los dos matrimonios, con sus respectivos hijos, más otra pareja, un director maduro de Hollywood y su jovencísima novia. Barbacoas, vino, chapuzones, risas... unas vacaciones tranquilas y divertidas. Hasta que un dramático acontecimiento en medio de la noche cambió la vida de todos para siempre.
Es una novela muy bien narrada, en primera persona, que mantiene la intriga y es divertida al tiempo que ácida. Marc Schlosser no es ejemplar, es como el doctor House, pero sin su genialidad. Sin embargo, sus reflexiones, las lecciones de su profesor de biología, sus actos, todo lo reconocemos como aspectos muy humanos. Es un cínico que tiene también algo de hipócrita, pero ningún personaje en la narración es arquetípico, todos tienen zonas de sombra.
Retrata de maravilla la falsedad de las relaciones sociales, los compromisos a los que nos doblegamos, plantea los dilemas morales que tiene cada uno cuando lo que piensa o siente va en contra de la ley o la ética y de cómo mantenemos la careta día a día en esta mascarada social en que vivimos. Trata de todo: las relaciones con sus hijas, las infidelidades, el código deontológico profesional, el juramento hipocrático (¿hipócrita?), las drogas, el sexo... Nuestra sociedad occidental está fotografiada sin crítica... y sin perdón.
No hace falta estar de acuerdo con lo que cuenta el narrador, pero tengo la impresión de que en secreto más de uno piensa igual.
Como último apunte, recojo la parábola de "la cazuela de mejillones" y dejo abierto el debate.


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