domingo, 3 de noviembre de 2013

La elegancia del erizo, de Muriel Barbery.

En la calle Grenelle nº 7, una comunidad de vecinos de alto nivel económico (empresarios, políticos, críticos gastronómicos...), vive una portera que no es lo que parece. Lejos del estereotipo de su profesión, Renée es culta, sensible e inteligente. Como Paloma, la niña de doce años qu ese quiere suicidar, intelectualmente superdotada. La llegada del señor Ozú, un japonés libre de convencionalismos, supondrá un cataclismo en sus vidas y en la de una comunidad que ha vivido sin cambios durante veintisiete años.

Que Renée y Paloma sean las más lúcidas no las exime de tener sus propios prejuicios y soberbia, lo que las evita convertirse en personajes maniqueos. Se retrata muy bien la hipocresía burguesa, la falta de comunicación en la familia, la superficialidad de los simples y cómo la felicidad no viene de la mano del dinero, sino de los pequeños detalles, de gestos, de libros y de la sinceridad.

Más allá de las anécdotas que narra el libro, están una serie de reflexiones que hacen pensar. Quizá haya un exceso de filosofía (para retratar a Renée no hace falta profundizar en la fenomenología de Husserl), pero la autora necesitaba demostrar lo que sabía. Todo el libro está trufado de pensamientos que dan consistencia a la historia y permite su relectura.

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