domingo, 29 de mayo de 2016

Emma, de Jane Austen


Esta vez tocaba clásicos. Al principio me esperaba una prosa más florida y pesada, pero es ligero de leer... aunque el ritmo es desesperante. Tooodo avaaaanza muuuy despaaaacio. No hay largas descripciones de los escenarios ni de los personajes, pero la acción tiene el ritmo de un té con pastas en el campo, sin prisa ni emoción.

Emma Woodhouse es la hija de un aristócrata cuya institutriz les ha abandonado porque se casó con el señor Weston. Su vida ociosa es el origen de la trama —cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo— y Emma se dedica a hacer de casamentera. Se cree que el matrimonio entre su institutriz y el señor Weston se ha fraguado gracias a ella y dedica su tiempo a lograr nuevos enlaces.

Primero con su nueva amiga Harriet Smith, hija natural de alguien, y para la que busca un marido del nivel social correspondiente. Así pone su mira telescópica en el señor Elton y procura forzar el enamoramiento del segundo. Induce a descartar a Harriet, al principio, la proposición del señor Martin, por considerarle un agricultor venido a más pero sin clase. Hasta que al final Harriet se casa con él, pero Emma descubre los orígenes de la propia Harriet —hija de un comerciante próspero— y se justifica el enlace...

En el fondo, por muy "bella, inteligente y rica" que sea Emma, tiene algo de esnob y clasista. Supongo que es algo normal en la época... bueno, y en la actualidad. Cada cual es clasista con respecto a los que considera inferiores a nivel social. Lo que salva a Emma a los ojos del lector es que  el tono del libro es cómico y la casamentera no ve cómo el señor Elton bebe los vientos por ella y no por Harriet, por ejemplo. También es gracioso el padre, el señor Woodhouse, tan hipocondríaco como divertido, que lamenta la mala calidad del aire de Londres y lo perjudicial del aire del mar, pese a que su otra hija, Isabella, le asegura que gracias a éste ha mejorado de sus problemas de garganta su nieta Bella.

El señor Elton es un advenedizo que buscaba un buen matrimonio, Frank Churchill no estaba enamorado tampoco de ella, sino de Jane Fairfax y es el omnipresente señor Knightley, el único que le ponía los punto sobre las íes, el que será por fin su hombre.

Me parece una novela sobrevalorada. Quizá fuese moderna en su día, pero hoy es lenta como una sala de espera.

martes, 3 de mayo de 2016

El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa


"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie"

Esta cita del autor resume, en cierto modo, el espíritu del libro.  Tan actual... 

Reconozco que no había leído el libro, quizá porque la edición amarillenta y estropeada que tenía me daba la impresión de contener una historia rancia e insulsa. Una vez más me he llevado una sorpresa agradable. La novela tiene un ligero tono nostálgico, está bien enmarcado en los acontecimientos históricos que tienen lugar en la narración y retrata de maravilla a todos los personajes, tan humanos que se hacen querer. Además, tiene metáforas preciosas y descripciones muy plásticas. Se mastica el polvo de la seca Sicilia y se escucha el tañir cansino de las campanas bajo un sol abrasador. 

La historia de Don Fabrizio, Príncipe de Salina, está inspirada en el abuelo de Lampedusa. No sólo él, sino más personajes, incluido Bendicò, el perro. Salina es el último representante de la aristocracia siciliana, llegan tiempos de cambio, la revolución de Garibaldi... pero Salina permanece estoico e impasible a los cambios, fiel a sus costumbres y rutinas. Adora a su sobrino Tancredi, que se une a los Camisas Rojas de Garibaldi a pesar de su origen. Tancredi es el típico camelador, pillo, encantador y divertido donjuán que se hace querer por todos. En Donnafugata, la residencia de verano de los Salina, ha prosperado el alcalde, don Calogero, y puede que de forma poco limpia. Pero don Fabrizio tiene que aceptar que nuevas familias entronquen con las más nobles, el dinero es su pasaporte. Tanto que da su beneplácito al matrimonio entre Tancredi y la bella hija de Calogero, Angelica. Todo cambia, todo tiene que cambiar... para que siga todo igual.

Una de las pistas, para mí, de que un libro es bueno es cuando me provoca la curiosidad de indagar en detalles sobre lo que narra. En este caso, la unificación italiana, Garibaldi, los bersagliere...

Algunas citas que me han gustado:

-Pertenece a una familia que, según me han dicho, es antigua o acabará siéndolo.
-Se puede obtener más de un interlocutor diciéndole "no he sabido explicarme" que "usted no entiende ni jota".
-Ese proceso de constante refinamiento social que al cabo de tres generaciones acaba transformando a unos labriegos brutos pero eficientes en unos caballeros indefensos.
-Los "señores" pueden montar en cólera o humillar a los demás, pero nunca les oirá usted una queja o una lamentación. Más aún, le daré una receta: si alguna vez se cruza con un "señor" quejumbroso y gruñón, fíjese en el árbol genealógico: seguro que encontrará una rama seca.
-Han conquistado algo que todos buscan salvo los santos: poder despreciar los bienes terrenales a fuerza de poseerlos. Quizá por eso no les preocupan ciertas cosas que a nosotros, en cambio, nos importan mucho; [...] he visto a don Fabrizio, hombre tan serio y tan sensato, enfadarse por un cuello de camisa mal planchado.
-Aunque no lo amase, sí estaba enamorada de él, lo cual es bastante distinto.
-Un palacio del que se conocen todas las habitaciones no constituye una morada digna.
-Es cierto que los regalos hay que valorarlos según el origen.
-Senatores boni viri, senatus autem mala bestia.
-La felicidad consiste en perseguir un objetivo, no en alcanzarlo.
-Cuán importante era permanecer impasible, porque en ello reside fundamentalmente la distinción.
-Superior a muchos, inferior a nadie.
-Mejor aburrirse uno que aburrir a los demás.
-No se habla más de las Camisas Rojas, pero ya volverán. Y cuando desaparezcan estas, vendrán otras de distinto color; y luego, nuevamente las rojas.


La estrella de Ratner, de Don DeLillo


Todo comienza cuando llega a la tierra una señal de radio procedente, al parecer, de un astro donde habita inteligencia extraterrestre. Billy Twillig es un niño de catorce años al que le acaba de dar el Nobel de Matemáticas y es enviado a un lugar secreto para descifrar esa señal. En aquel centro de investigación secreto son muchos los cerebros convocados, grandes inteligencias, aunque sus personalidades complicadas dan lugar a conflictos en la convivencia que llevan al caos.

¿A que el argumento suena bien?

Pues una vez más he pinchado en hueso. Me atrajo este libro en la librería por el tamaño, el grosor, la sinopsis de la contraportada... y porque no había leído nada de este autor. Pues no creo que le vuelva a leer. 

Parece de esos autores que escriben cosas complicadas de leer para parecer más intelectuales, herméticos, excelsos. A menudo porque se esconden en ese hermetismo para ocultar su vacuidad y falta de talento.

Y lo dice él mismo en la página 514: "No hace falta poner por escrito las palabras. Tú ya sabes qué aspecto tendrá cada página, y con saber eso ya basta. En realidad no hay más que eso. Existe toda una clase de escritores que no quieren que sus libros se lean. Hasta cierto punto, eso explica su prosa enloquecida. Si formas parte de esa clase de escritores, expresar lo expresable no es la razón de que escribas. Hasta resulta vagamente embarazoso que te entiendan. Lo que quieres expresar es la violencia de tu deseo de que no te lean. Es la fricción del público lo que enloquece a los escritores. Esa gente va a leer lo que escribas. Y cuanto más entiendan ellos, más vas a enloquecer tú. No puedes permitir que sepan de qué estás escribiendo. En cuanto lo sepan, estás acabado. Si formas parte de esa clase, lo que tienes que hacer es o no publicar o asegurarte del todo de que tu obra deje a los lectores tirados por los márgenes."

Pues pienso quedarme tirado en mis márgenes.